12 de abril de 2009

Amigos



Dicen que entre más crecemos más difícil es hacer amistades para toda la vida, no lo veo como cierto, lo que noto es que nos volvemos más selectivos mala-onda con el paso del tiempo y comenzamos una batalla de adultos irracionales para demostrar estupideces, como quién puede pagarle a su hijo la carrera en la UnICEL, ya no somos espontáneos ni sinceros con nosotros mismos.

Miraba el perfil jaifaisezco (hi5) de un amigo de la prepa (la ENP 9, orgullosamente) y me encontré con los perfiles de otros chicos que conocí en el último año de bachillerato, muy divertidos ellos y grandes amigos (entre ellos pues).

Me dio mucho gusto ver que siguen tan juntos como siempre y, al mismo tiempo, me hizo mirar un poco hacia atrás; también me puso a pensar en las pocas personas con la capacidad de hacer un círculo de amigos tan unidos como en esos tiempos, quizá sea porque dentro de ellos sigue esa chispa y sentir humano que los permite entenderse.

No tengo reproches sobre la universidad, tampoco es algo que quisiera omitir o ponerme a llorar porque no puedo socializar, al contrario: he conocido mucha gente diversa, personas con las que me entiendo perfectamente, esperpentos a los que no aguanto, individuos que admiro y respeto, y grandes amigos.

Justo esta parte de los amigos, junto a la nostalgia que me dio al mirar los jaifases de mis antiguos compañeros, me hacen notar lo mentalmente intolerante que podemos llegar a ser con otros por el nivel intelectual que supuestame adquirimos y tenemos en estos años de vida como estudiantes, y cómo olvidamos abrirnos a los nuevos mundos: ya lo sabemos todo y no necesitamos conocer más, pero, eso sí, todos somos openmind (¿no debería eso incluir también estar dispuestos a aprender más y no sólo ser liberal sexualmente? Me parece que una de las mayores virtudes del ser humano es poder reconocer que la vida aún tiene mucho para enseñarle).

Del mismo modo, entendí que en aquellos años de adolescencia había algo en mí -que probablemente muchos teníamos- una capacidad de conectarse con ciertas personas, de hacer de una sonrisa una plática, de una plática un conocido, de un conocido una amistad: dichosos aquellos que no temen hacerlo todavía y conservan esa valiosa característica.

Por despertar estas emociones, me encanta saber cómo las personas se conservan como mejores amigos, como hermanos, y saben que disfrutarán de sus futuras experiencias y estarán siempre ahí, el uno para el otro (o los unos para los otros) por la vida entera.

Y...si lo pienso detenidamente, yo sé, quiero y siento lo mismo, y aprendo a que conoceré muchísima gente más -alguna insoportable, otra tanta no pasará de ser un conocido de la vida o un amigo de esos que no son íntimos- y que las personas que ahora conozco tal vez me desesperen, quizá no son parte de mi círculo de amistades porque somos completamente distintas, tanto como para no hacer ese clic especial, pero que aquellos individuos con quienes he encontrado esa conexión permanecerán aquí y que, sin importar las miles de ocupaciones y nuevas responsabilidades que vienen, el lugar o el momento, estaremos juntos.

Gracias por esas personas, por mis compañeros de carrera y de vida, por sus grandes personalidades y su incondicional apoyo. Y, aquellos que no tienen miedo de acercarse a otros, que se entregan, que sonríen al mundo, perimítanme expresarles mi más sincero respeto.

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Me puse sentimental, lo sé y ni modo. Para acompañar a este sentimentalismo (y para compensar que no iba a haber domingo musical -lo siento, debía confesarlo-), les dejo esta canción de Fiona Fung, Shinning friends:


1 comentario:

Ald0rad0 dijo...

Lo sé. Es un poco feo cuando miras atrás y ves que dejas muchas personas en el camino. Pero no lo puedes evitar así que mejor tómalo con calma. Y por ciero, no creo que seas la causante de la desgracia familiar.

saludos!