31 de julio de 2009

Mi confesión: ¡Déjame equivocarme!



Querido P.:

Aún no sé cómo es que esto empezaría y, quizá, debí haberte dado el manuscrito; sin embargo, ni tú ni yo estamos listos para vernos de frente de manera tan directa para hablar después de algo así; por lo tanto, aquí va:

No acabo de comprender mi error, no sé qué he hecho mal ni encuentro razón alguna para tu comportamiento hacia mí.

...¿No se trata, acaso, de emocionarse, de lucir como un idiota y sonreirle al mundo por nada?

¿No se trata de mirar los ojos brillar y dejar a la felicidad escapar a través de ellos?

Si tan sólo supieras todo lo que he hecho, el mucho dolor, las heridas provocadas de diferentes maneras y cómo he superado eso, perdería, a pesar de lo último, la poca imagen de buena persona que me queda ante ti y la cual, tristemente, no he destruído yo.

No soy quien te ha dado motivos para pensar diferente, ni quien ha traicionado tu confianza, mucho menos la que te ha hecho creer o ver al individuo que no soy. Cada palabra que sale de ti y tus miradas profundas asesinas me lastiman, dura y fríamente hieren lo que soy como mujer en todos mis roles.

Si lo que quieres es que comience a ocultarme bajo maquillaje, bajo un rostro lindo y una boca cerrada, con ojos caídos y miradas evasivas; si necesitas verme sin pronunciar palabras sobre lo que hago o quiero; si te hace falta que deje de ser quien soy para confiar en mí, entonces ganarás miradas cortantes, palabras hirientes y actitudes indiferentes.

Desde siempre he tenido claro quién soy, qué quiero y cómo; jamás he ido en contra de mis convicciones, he cumplido cada meta y tengo claras mis prioridades: lo he demostrado; pero tú...tú no te das cuenta y eso duele.

Duele que pienses de mí de otra manera, duele que me creas de carácter endeble y mente manipulable; duele que no veas a la joven fuerte que sí soy. Duele, todavía más, en el pecho y en el alma, que no me aceptes, que no notes mi vida: no la he ocultado para ti, y si hay algo que no expreso, es porque todos tenemos derecho a guardar secretos.

Me lastima verme feliz y que tú no recibas ese pedazo de alegría que tengo para compartir contigo. Duele ser consciente del miedo que te tengo, del temor que siento para contarte algo, de tu nada sutil indiferencia si te hablo de ellos, de él...Pero duele más saber que, tal vez, yo tampoco confío en ti como lo que eres para mí...

Tu triste H.

2 comentarios:

Lim dijo...

Los eternos problemas entre padres e hijos, creo que debiera existir más diálogo entre vosotros, no te creas que tú padre va a asentir faborablemente a lo que tú digas o hagas, sabes que ellos son de otra pasta.
Un beso.

Ald0rad0 dijo...

:S

Desembucha via blog, no te lo guardes.