Por: Hikari Hotaru
El título de esta entrada no tiene nada que ver con los temas que tocaré, sólo necesitaba expresarlo en algún lugar.
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Queridas damas:
Sé que les gusta hacerse notar mientras caminan con tacones de 20 centímetros, sé que les encanta que las hagan ver más alta y que sus caderas se contoneen como si fuera un movimiento natural (aunque no lo parezca), y también sé que esas zapatillas lucen bien con sus pantalones o sus minifaldas, pero...pubertas, señoritas y señoras, si no están acostumbradas, por mucho que les queden bien, por favor no las utilicen: detienen el tránsito normal de una ciudad que va acelerada todo el día, estorban el paso de las personas, provocan que la gente choque con ustedes por sus paradas continuas debido a sus pies moribundos consecuencia de sus tan amados tacones, y molestan con su lentitud porque no pueden caminar bien.
*No aplica para mujeres que por obligación (entiéndase lugar de trabajo) deben usarlos
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Gusto oculto (ahora ya no tan secreto)
Durante mi infancia no sufrí de tener actividades que no quisiera, la verdad es que mi mamá me dejó ser una niña muy libre y con decisiones propias, jamás me obligó a algo: lo que hice fue porque así lo deseaba, y lo que no, también fue cuestión meramente mía.
Evidentemente, como una niña que comienza a conocer el mundo, mostraba cierta simpatía hacia diversas actividades, sin querer practicarlas todas, aunque hubo una especialmente que atraía mi atención: la música.
(lamento la interrupción, me acabo de enterar que falleció Michael Jackson -5:30 pm-)
Ese gusto por la música me hizo pertenecer a dos coros (uno de ellos, el de la primaria donde estudié) y a clases de vocalización, de las cuales hoy ya no recuerdo mucho. Eran sólo mis actividades extra por las tardes y los aplausos por parte de mis profesores me hacían sentir la mejor voz --por momentos.
Tiempo después, decidí que quería aprender a tocar la guitarra. Un día, entonces, mi madre me compró dicho instrumento. Yo era la más feliz del mundo con mi nueva adquisición, mas no quise tomar clases, incluso rechacé la oferta del mismo profesor que dirigía el coro de la escuela para enseñarme.
Quizá fue mi pereza o mi timidez, no lo sé, pero así estuve mucho tiempo, muchos años: con mi guitarra, con mi deseo de tocarla y con mi insistente indiferencia a las oportunidades para aprender.
Durante la preparatoria, mi guitarra sufrió un accidente y perdió la cejuela (que es la parte que controla la altura de las cuerdas y permite su separación -ésta, pues-), una razón más para aplazar el aprendizaje; un amigo, entonces, me dijo que él podía conseguir el material y arreglármela. Obtuve, así, con qué hacer la cejuela, pero no la reparación de mi guitarra, hasta que un día, en 2006, uno de los hermanos de mi madre nos visitó.
Mi tío, tan bueno él, revisó mi querido instrumento musical y decidió que podía hacer algo por mi guitarra y...¡zas!...le compró cuerdas nuevas e improvisó una cejuela que hasta ahora funciona, me enseñó a afinarla y me aconsejó unos ejercicios para entrenar a mis dedos torpes en el arte de pisar las cuerdas y la coordinación al hacerlo.
En ese instante decidí que lo mío no eran las clases, pero si aprender de manera autodidacta, y dediqué tiempo, pero por alguna u otra razón las horas no me eran suficientes y las miles de ocupaciones empezaban a surgir.
Actualmente, sigo siendo muy torpe con la guitarra, no tengo mucho tiempo para practicar y no soy, todavía, capaz de tocar alguna canción completa, lo cual ocasiona que a veces me sienta frustrada por ver que, a mi edad, no puedo con un arte que me gusta mucho; no obstante, me queda claro, y lo afirmo cada vez más, el comienzo depende de uno, la constancia y esfuerzo hacen al maestro.
Me dedicaré a cantar, a ser más hábil con la guitarra y a cumplir mi deseo reciente-no tan reciente de aprender a tocar la batería (cuando pueda comprar una ¬¬).
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Estimados lectores y queridas lectoras, finalmente mi semestre ha terminado: soy feliz.
Hoy traté de quedarme en cama todo el día, pero la espalda me dolió después de dormir casi 12 horas y de estar acostada una más; eso sí, disfruté de estar en pijama y, después, de ponerme un vestido que tenía años metido en mi armario.
Saldré, conoceré la ciudad, leeré mucho, veré películas, miraré series estadounidenses, coreanas y anime, escribiré en este espacio, visitaré blogs y, lo más importante, haré labores de limpieza en mi habitación y me consentiré.
Ahh...por cierto, hoy el blog cumple un año. Brindemos: *Salud*