22 de julio de 2008

Margarito

Por: Hikari Hotaru


En uno de mis acostumbrados viajes por el metro, fui partícipe de la mirada atónita de los pasajeros y las sonrisas en sus bocas cuando, en medio del vagón, caminaba aquel hombre pequeño con una tejana, traje guinda y botas de bebé, que alguna vez (bueno, muchas) salió con Omar Chaparro: sí, Margarito.

Tomó asiento y le dijo a una doña, con esa voz de niño aguardientosa, "ahí siéntate". Las personas lo miraban (y como notarán, yo veía a la gente) sin parar, deteniéndose en cada una de sus partes, como si estuvieran examinándolo y quisieran encontrar algo extraordinario.

Margarito no se veía interesado, estornudaba y tosía; el asombro para la mayoría de los mirones no duró mucho; aquellos que no terminaban de sorprenderse, lo observaban como si pensaran "¿por qué está aquí?". Un chico buscaba incesante su mirada oculta por su sombrero, como para hallar un "no-sé-qué". En San Lázaro se bajó y alcancé a notar sus uñas de bruja sucias --verdadero asco (el sólo imaginarlo provoca esta reacción: "Luuu [o sea, yo], ¡qué asco! [es decir, ¡por qué chingados comentas esas porquerías!]").

Así fue mi encuentro casual, aunque mi ausente curiosidad no me permitió ver si ofreció las "fotos de a diez" (jaja, información de un amigo que siempre se lo encuentra en esa estación).

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