Por: Hikari Hotaru
Hace dos días que las clases comenzaron para muchos estudiantes y para mí, algunos aún viven esta semana como si fueran vacaciones, pero visitando la escuela; en mi caso, ya tengo miles de tareas y sufro tan sólo de pensar que quizá dormiré exageradamente poco este semestre.
Lo curioso de este inicio fue sentir una ligera emoción que hace años no experimentaba por regresar, por volver a los pasillos atascados de gente (nótese la ausencia de la palabra estudiantes), por percibir el olor a biblioteca ineficiente, por conocer personas nuevas y todas esas cosas que implica ir a al escuela, a la universidad. Me sentí extraña.
Recuerdo cuando era niña y cursaba la primaria, la secundaria y quizá hasta el inicio del bachillerato; me invadían una sensación rica de nerviosismo por entrar a la escuela: me tenía impaciente el sólo pensarlo, por mil razones, desde lo académico hasta lo que la vida me tenía preparado. No obstante, en algún momento que no recuerdo, por un motivo desconocido, ese ánimo dejo de mostrar expectativa, de hacer explícito el interés y la alteración causantes de una noche sin dormir y la adrenalina que me mantenía despierta todo el día a pesar de haber velado.
No significa que haya perdido esa emoción agradable, solamente no la siento igual y la extraño. La verdad es que añoro experimentar esa inquietud pasajera, hasta sonrojarme; aquella sensación que dibuja una sonrisa inalterable en el rostro, que pone la piel chinita y hace sentir "mariposas" en el estómago, que acelera el corazón y descontrola la respiración...
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Me distraje y olvidé mi discurso
1 comentario:
Todo va cambiando a nuestro alrededor, hasta la más simple sensación, es el curso de la vida, la que dirige todo, pero menos mal que nos queda el recuerdo.
Un beso grande.
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