22 de agosto de 2014
Después de 100 días de felicidad
3 de febrero de 2014
Tal vez sólo debas dejar que el miedo no te consuma
En los últimos años me he vuelto una persona muy sensible, no es que me la pase mostrando mis sentimientos a todo el mundo, pero no puedo evitar que floten frente a mí. No sé hasta dónde eso sea bueno o no, lo único claro es que, con el pasar de los años, lo que creíamos ser resulta falso.
Durante los meses recientes he aprendido a encontrarme de nuevo, incluso a aceptar la sensibilidad que antes me parecía ridícula. Sin embargo, aún pienso en la gente que dejé en el camino o que me sacó del suyo; no significa precisamente que me afecte, pero a veces quisiera saber qué pasó.
Tal vez el problema radica en las circunstancias del fin de la relación o, mejor dicho, en las que decidieron que yo no pertenecía más a su nuevo estilo de vida. No soy una persona que se desgarre si la dejan: la aceptación es mi mejor cualidad en esto; no obstante, repito, quisiera saber dónde fallé, falló o fallamos.
Puede ser que lo anterior me haya vuelto más receptiva a las emociones y, al mismo tiempo, haya detonado la chispa que se había apagado en mí para continuar mi vida.
Una vez me dijeron: "yo no lo creía, pero es cierto que la edad te hace madurar"; no sé si eso me está pasando, sólo sé que duele y, a la vez, reconforta. Quiero pensar que tendrá un buen término en todos los aspectos y, especialmente, que estaré orgullosa de esta metamorfosis tan prolongada.