Hay tanto que decir que no sé por dónde empezar. Todo es sobre mí, es cierto, pero hoy quiero dejar de sentirme culpable por hablar de lo que soy, de lo que siento, de engrandecerme como si no importara.
Es tiempo de aprender a llamar la atención y de dejar mi ego fluir; porque no me parece justo que no se me reconozca lo que hago, y que a otros les aplaudan sus plagios en lo que escriben, dicen y piensan. Me parece inadecuado halagarles su falta de esfuerzo, algo que no son... y me afecta, indescriptiblemente, intensamente.
¿Envidia? Sí, y sin razones. ¿Celos? Sí, porque no me siento única, porque no es a mí a quien le aplaudes, a la que conquistas, a la que escuchas... Porque ya no soy yo la amiga, la inteligente, la guapa, la ideal.
Me he convertido en un nombre sin imagen, sin significante; en un recuerdo carente de valor, en un individuo conveniente, en una mujer que no lo es.
Dice mi subconsciente que es a causa de mi adolescencia tardía, pero, más bien, sólo adolece lo que se perdió, lo que dejo de ser o tiene miedo de salir, pues no los entiendo...
Quizá estoy en una sintonía distinta, lejana y antigua, donde los triunfo hablaban solos de nosotros y no nosotros hacíamos creer que existían; donde la comunicación más valiosa era la cara a cara y no la sonrisa fingida de la mejor pose en una fotografía.
Sé que he cometido errores, que, tal vez, no he cambiado en el sentido correcto, mas no pienso que esté del todo mal y sea solamente mi equivocación.
Estoy cansada de su egolatría, de su avaricia, de su soberbia, de sus mentiras y de su hipocresía. Harta de leerlos, de no escucharlos, de que ya no estén ni sean los mismos, de que sean lobos virtualmente y cachorros asustados en la realidad.
Me encuentro fatigada por su presunción y prepotencia, por sus palabras no traducidas en acciones, por su conveniencia. Estoy asqueada de su incongruencia, de su falta de coraje, de su ausencia de sinceridad y entendimiento, de su carencia de humildad.
Me noto molesta porque ya no hay lugar...
Quiero ser como ustedes y que por un momento me volteen a ver, pero la culpa de no ser yo me carcome y el deseo de que se reconozca a cada uno por su esfuerzo también.
Ya no sé dónde detenerme o dónde siquiera comenzar... En un mundo donde ya nadie vale en sí mismo, ni como individuo ni como comunidad.
Estoy agotada de no ser un un sitio donde el "yo" domina, aunque, al mismo tiempo, pierde su valor.
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