En los últimos años me he vuelto una persona muy sensible, no es que me la pase mostrando mis sentimientos a todo el mundo, pero no puedo evitar que floten frente a mí. No sé hasta dónde eso sea bueno o no, lo único claro es que, con el pasar de los años, lo que creíamos ser resulta falso.
Durante los meses recientes he aprendido a encontrarme de nuevo, incluso a aceptar la sensibilidad que antes me parecía ridícula. Sin embargo, aún pienso en la gente que dejé en el camino o que me sacó del suyo; no significa precisamente que me afecte, pero a veces quisiera saber qué pasó.
Tal vez el problema radica en las circunstancias del fin de la relación o, mejor dicho, en las que decidieron que yo no pertenecía más a su nuevo estilo de vida. No soy una persona que se desgarre si la dejan: la aceptación es mi mejor cualidad en esto; no obstante, repito, quisiera saber dónde fallé, falló o fallamos.
Puede ser que lo anterior me haya vuelto más receptiva a las emociones y, al mismo tiempo, haya detonado la chispa que se había apagado en mí para continuar mi vida.
Una vez me dijeron: "yo no lo creía, pero es cierto que la edad te hace madurar"; no sé si eso me está pasando, sólo sé que duele y, a la vez, reconforta. Quiero pensar que tendrá un buen término en todos los aspectos y, especialmente, que estaré orgullosa de esta metamorfosis tan prolongada.