27 de diciembre de 2013

Qué bueno que te vas, 2013

Decir que este año dejó cosas buenas, malas, tristezas y alegrías es un cliché, porque la vida de todos, cada día, se inunda de altas y bajas, de miles de emociones que pueden cambiar a cada segundo.

Por la razón anterior, no contaré cómo fue mi año; además, viendo a mi alrededor, creo que resultó muy normal. A diferencia de otros, no vi la vida contada, no sufrí pérdidas y tampoco tuve sueños de la infancia cumplidos: se trató de un año más, del que, obviamente, he aprendido, no lo voy a negar, pero que más me alegra saber que termina.

También 2013 fue un año complicado para el país y, tal vez el mundo en general, que no augura un futuro próximo lleno de felicidad política (no para la sociedad); no obstante, me parece que la energía positiva y el espíritu de lucha creció en muchas personas, así que a nivel personal y de ciudadanía quizá se logre producir un cambio que destruya el destino que algunos quieren escribir para nosotros.

En cuanto a mí, espero ansiosa la energía de un nuevo año, una energía que he estado recolectando en estos últimos días, porque, una mañana, te das cuenta: es el tipo de magia que funciona cuando te decides a dejar atrás a tus fantasmas.

Eso me alegra del fin de año y del comienzo de 2014: que todo está cambiando dentro, que el miedo se va y la determinación vuelve. Espero y deseo que ustedes también se sientan así.