26 de mayo de 2013

Sólo es una mudanza.

Ayer se despidió de la blogósfera uno a quien yo consideraba entre los grandes: por su pulcritud al escribir, por su fluidez, por la forma de cautivar al lector, por su convicción, y por siempre perseguir y respetar sus sueños.

Conocerlo significó tener muchas lecciones de vida para mí; lecciones que tal vez él no se imagina y nunca se propuso darme, pero que, en su momento, me ayudaron a abrir mi mundo, a comprender lo pequeño de nuestro criterio y lo fácil que nos convertimos en lo mismo que criticamos.

Hoy me uno a la tristeza de saber que ya no te podré leer igual; pero, también, a la alegría de tus nuevos proyectos, de las nuevas oportunidades que tomarás y de tus decisiones: la vida sin ciclos sería aburrida, así que es bueno saber cuándo terminarlos y cuándo comenzar los nuevos.

Querido y atento lector, no haré más de este post una despedida; sino un instante de transición en honor a quien me ha enseñado que no todo lo que creemos banal en la vida, lo es.

Lo invito ahora, desconcertado lector, a visitar el blog de Aldonáutico, que aún permanecerá en la memoria digital y a seguirlo en sus nuevos espacios.

Te extrañaremos, Aldonáutico

De cómo me gustaría un transporte público de calidad

Esta entrada debió salir hace algunas muchas semanas, aunque la tecnología no fue aliada aquella ocasión; sin embargo, es maravilloso (para su publicación) que sea tan vigente como entonces (lo cual, por supuesto, no es tan magnífico en la vida cotidiana). * ** ***

Me gustaría presentar una hoja detallada de cada una de las cosas erróneas que veo y que, con un poco de trabajo, inversión, sentido común (que falta en todas las personas), y menos egoísmo (que no quieren dejar), todo marcharía de forma más eficiente, eficaz, además de mantenernos felices días completos.

Tristemente eso no pasa y hay más paredes que puertas para entrar y cambiarlo; porque las personas son egocéntricas, individualistas y les falta entrenamiento en eso que algunos llamamos "trabajo en equipo".

Me refiero en general a la gente, claro; mas, a veces, al caos vial de la ciudad y a los medios de transporte tan horribles con los que contamos.

Si bien pudiera quejarme horas también de los usuarios del transporte colectivo; la realidad es que más podría decir sólo de los operadores del metro, personas que en las terminales (y no de una sola línea) se sientan a tomar un café, a platicar, a saludar a todo el mundo, mientras el reloj avanza, las personas se acumulan y el estrés sale por los poros.

Si hay más de un carril para salida, a estos señores conductores y jefes de estación, les encanta ver correr a los usuarios de un lado a otro, sin que ningún tren abra, por lo menos, las puertas.

Después de retrasarnos 15 ó 20 minutos, groseramente hablan por los altavoces de los vagones para una "sutil amenaza": "si no permiten el libre cierre de puertas no avanzamos".

¡Claro! Uno entiende que a veces los individuos son muy necios, pero si los trenes llevan retraso de más de media hora, se gastan nuestro "colchón" de tiempo y se ponen a platicar en lugar de agilizar las salidas, es evidente que las personas van a querer entrar a los vagones, porque, a diferencia de los operadores, ellos todavía no están en sus lugares de trabajo y si no llegan ya tienen una amonestación, que en el mejor de los casos implica un descuento.

¡Ay, los empleados del sistema de transporte colectivo metro que creen que nos están haciendo un favor! ¡Ay, los presupuestos mal gastados y los puestos relevantes mal ocupados! ¡Ay, que el STC Metro siga siendo la mejor opción para trayectos largos! ¡Ay "a dónde vamos a parar"!

Y, por si fuera poco, sin saber exactamente si es una burla o un verdadero servicio a la comunidad, el STC Metro puede expedir justificantes por retardos para el trabajo. Evidentemente existen condiciones, y por supuesto que poquísimas personas lo saben; el punto aquí es qué tan efectiva es esta medida y qué tan eficiente es el proceso para obtenerlo. (Aquí detalles.)

Pero para el gobierno es muy fácil seguir construyendo y olvidar obras anteriores que necesitan mantenimiento constante; y para las personas es más sencillo desahogarse escribiendo que convocar a quejas constantes para ver si así por lo menos hacen algo.

Podríamos pasar horas hablando sobre las miles de fallas, no sólo en el metro, también en autobuses, vialidades y autoridades. Pero mejor respirar un poco antes de perder los estribos...